Venezuela: A beachhead in Russia’s geopolitics, using social media bots and mainstream media to support Maduro and flood the region with multiple versions of reality.
Andrés Cañizález
@infocracia
Desinformación en Venezuela: el factor ruso
Venezuela: cabeza de playa en la geopolítica de Rusia, mediante medios tradicionales y bots en redes sociales, para apoyar a Maduro e inundar la región con múltiples versiones de la realidad.
Andrés Cañizález
@infocracia
Las dinámicas de desinformación en Venezuela, que encuentran caldo de cultivo en un país signado por la hegemonía y el control oficiales sobre información y medios de comunicación, no operan en el vacío. La globalización no solo ha permitido el libre flujo de bienes o servicios, también se han globalizado las estrategias geopolíticas de naciones bajo el poder autoritario.
Como ya lo advirtiera desde 2017 la investigadora venezolana Iria Puyosa, Rusia no es un actor inocente en sus relaciones con Venezuela. De hecho, que Moscú haya pasado a ser aliado estratégico del régimen de Nicolás Maduro, debe ser asunto a tener en cuenta en cualquier análisis.
Además de armas o más recientemente una vacuna para la COVID-19, Rusia también ayuda al chavismo en sus actividades de desinformación. La estrategia geopolítica rusa encuentra en Venezuela una cabeza de playa para sus acciones en América Latina, esto sin olvidar la histórica (y no siempre amistosa) relación con Cuba.
Un ensayo de la investigadora Mira Milosevich, del Real Instituto Elcano de Madrid, disecciona el modus operandi de Rusia en el campo de la desinformación como una de sus armas hacia Occidente. En 2016, la influencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos encendió las alarmas en el mundo occidental.
El aparato de propaganda de Rusia, según la investigadora, se apoya tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación tradicionales y tiene tres públicos diferentes (interno, la órbita de países exsoviéticos y Occidente). Todo confluye en una sola estrategia que está bajo los servicios de inteligencia de ese país. La desinformación, por otro lado, aparece como telón de fondo en diversos momentos de la historia rusa del último siglo.
Se podría decir, tras revisar el documento “El poder de influencia rusa: la desinformación”, que en la actualidad reside allí su verdadero poder, dado el ocaso de su industria de armas y su carcomida economía. El poder geopolítico de Moscú, en este momento, proviene de su manejo intencional, opaco y propagandístico de la información.
Citando documentos del sistema de defensa rusa, la investigadora ubica la desinformación como parte de la doctrina de la “Guerra de Nueva Generación”, cuya finalidad no es aniquilar al adversario en términos bélicos (por ejemplo, con armas de destrucción masiva) sino infiltrarse en su sociedad y generar caos, confusión y descrédito.
Según la explicación, que data de 2013, por parte del general Valeri Gerasimov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas desde 2012 hasta la actualidad, la Guerra de Nueva Generación tiene un carácter de simultaneidad, con batallas en tierra, aire, mar y “espacio informativo”.
Rusia combina también medios tradicionales como la agencia de noticias Sputnik y el canal de noticias internacional Russia Today, actualmente envuelto en una anodina sigla de RT.
Por puras casualidades de la vida, en 2014, coincidí en una reunión de trabajo con el ejecutivo de una empresa de televisión por suscripción del país. Conversábamos entonces de la necesidad de recabar datos sobre los patrones de consumo de canales internacionales por parte de la población cuando el gobierno ordenaba una cadena nacional de radio y televisión. Yo intentaba averiguar qué pasaba en el público una vez que Nicolás Maduro aparecía en pantalla. Una llamada de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL) en aquel momento me sirve para ilustrar cómo empezó a consolidarse en Venezuela la influencia informativa rusa.
A través de la llamada, se le ordenaba al ejecutivo de esta empresa de medios colocar Russia Today en la rejilla de canales. No era una sugerencia, fue una orden – me resumió – cuando le pregunté qué había pasado. Esa empresa ya tenía completa su capacidad de añadir canales. Debió retirar literalmente otro de su servicio para poder cumplir con la orden recibida de incluir el medio internacional ruso.
Seis años después de aquello, cuando realizamos un grupo focal en el poblado campesino de Guarico, en las montañas del estado Lara, al occidente de Venezuela, me resultó muy llamativo que uno de los participantes mencionara de forma explícita a RT como una de sus referencias informativas. La orden del gobierno rendía sus frutos, sin duda.
Entretanto, a partir de lo sucedido durante la campaña presidencial de Donald Trump en 2016, quedó claro el poder ruso de modelar la conversación en las redes sociales. Rusia utiliza ataques cibernéticos según le convenga, pone en acción ejércitos de bots, pero también cuenta con ejércitos de operadores de carne y hueso (trolls) que van propagando noticias falsas, generando rumores e incentivando la desconfianza.
Rusia ha estado desarrollando su propio modelo de desinformación. Más que censurar el contenido, el objetivo es inundar al público con versiones, la mayoría de ellas falsas, fomentando así la confusión entre los ciudadanos. Este modelo parece tener como objetivo arrojar dudas sobre todo y no dar nada por cierto.
En una visita a Caracas, Venezuela, la historiadora y periodista americana Anne Applebaum dio un claro ejemplo de cómo funciona esta lógica de desinformación generada por Moscú. Ella investigó el caso del vuelo 370 de Malaysia Airlines, con una cifra de supuestamente 239 pasajeros muertos en 2014.
En una entrevista con el sitio web local de noticias Prodavinci explicó: el ecosistema de información estaba inundado de cientos de teorías, de modo que, en última instancia, nadie creería nada ni sabría a quién creer. El objetivo es desacreditarlas todas. Después de que estas versiones circularan, el papel del ejército ruso en la muerte de los pasajeros de Malaysia Airlines fue solo otra idea que se deslizaba sobre una ola de falsedades.
Se había cumplido el objetivo.
The dynamics of disinformation in Venezuela, which finds a breeding ground in a country marked by government hegemony and control over information and the media, does not operate in a vacuum. Not only has globalization enabled the free flow of goods or services, but also the geopolitical strategies of nations under authoritarian power have been globalized.
As warned by Venezuelan researcher Iria Puyosa since 2017, Russia is not an innocent stakeholder in its relations with Venezuela. Actually, the fact that Moscow has become a strategic ally of Nicolás Maduro’s regime should be a matter worthy of any analysis.
Besides weapons, or more recently a vaccine for COVID-19, Russia also helps Chavismo in its disinformation activities. Russian geopolitical strategy finds in Venezuela a beachhead for its actions in Latin America, while bearing in mind the historical – and not always friendly – relationship with Cuba.
An essay by researcher Mira Milosevich, from the Elcano Royal Institute (Real Instituto Elcano) of Madrid, dissects Russia’s modus operandi in the field of disinformation as one of its weapons towards the West. In 2016, Russian influence in the U.S. presidential elections set off the alarms in the Western world.
Russia’s propaganda machine, according to the researcher, relies on both mainstream and social media and has three different audiences (domestic, the orbit of ex-Soviet countries, and the West). Everything converges on a single strategy under the intelligence services of that country. Disinformation, on the other hand, appears as a backdrop in various moments of Russian history during the last century.
One could say, after reviewing the paper “The Power of Russian Influence: Disinformation” (El poder de influencia rusa: la desinformación), that at present its true power lies therein, given the decline of its arms industry and decaying economy. Moscow’s geopolitical power, at this moment, comes from its deliberate, non-transparent, and propagandistic management of information.
Citing documents from the Russian defense system, the researcher identifies disinformation as part of the “New Generation War” doctrine, aimed not at annihilating the adversary in terms of war (for example, with weapons of mass destruction) but at infiltrating its society and generating chaos, confusion, and discredit.
According to the explanation, which dates back to 2013, by General Valeri Gerasimov, head of the Joint Chiefs of Staff from 2012 until today, the New Generation War is simultaneous in nature, with battles on land, air, sea, and “information space”.
Russia also combines mainstream media such as Sputnik news agency and international news channel Russia Today, currently wrapped in the innocuous acronym of RT.
By mere coincidence, in 2014, I concurred in a business meeting with the executive of a pay TV company in the country. We were talking about the need to collect data on the population’s viewing patterns of international channels when the government initiated a mandatory national radio and television simulcast (cadena). I was trying to find out what was happening among the public once Nicolás Maduro appeared on screen. A call from the National Telecommunications Commission (Comisión Nacional de Telecomunicaciones, CONATEL) at that time serves to illustrate how Russian news influence began to consolidate in Venezuela.
On that call, this media company executive was ordered to place Russia Today on the grid of channels. It was not a suggestion, it was an order – he summarized – when I asked him what had happened. That company had already exhausted its capacity to add channels. It had to literally remove another one from its service in order to comply with the order received to include the Russian international outlet.
Six years after that, when we held a focus group in the peasant village of Guarico, on the mountains of Lara State, in western Venezuela, I found it very striking that one of the participants explicitly mentioned RT as one of his information references. The order from the government was certainly bearing fruit.
Meanwhile, following what happened during Donald Trump’s run for president in 2016, the Russian power to model the conversation on social media became clear. Russia uses cyberattacks as it sees fit, puts armies of bots into action, but also has armies of flesh-and-blood operatives (trolls) who spread fake news, start rumors, and encourage distrust.
Russia has been developing its own disinformation scheme. More than censoring content, the objective is to flood the public with versions, most of which false, thereby encouraging confusion among citizens. This model seems to aim at shedding doubt on everything and taking nothing for certain.
On a visit to Caracas, Venezuela, American historian and journalist Anne Applebaum gave a clear example of how this Moscow-generated disinformation logic works. She looked into the case of Malaysia Airlines flight 370, with a presumed death toll of 239 passengers in 2014.
In an interview for local news site Prodavinci: The information ecosystem was flooded with hundreds of theories, so that, ultimately, nobody would believe anything or knew whom to believe. The goal is to discredit them all. After these versions were circulated, the role of the Russian army in the death of the Malaysia Airlines passengers was just another idea floating on a tide of falsehoods.
The objective had been accomplished.
